top of page

B i o g r a f í a

Es cierto, si no fuera  por la música tendría muchas razones para volverme loco, la música es mi manera de anudar muchos de los sin sentidos que pueblan el alma y la vida de un mundo sin escrúpulos y que muchas veces tienen la desfachatez de invertir dinero en sentimientos.


   Ese amor por una manera de vivir a la que todavía y bajo mi punto de vista muchos tratan con demasiado poco respeto desconociendo si es envidia o amarga desesperación por tener el alma vacía. A esa forma de vida me he enfrentado desde el primer día en que me subí a un escenario con diecisiete años y no para hacer rock and roll precisamente sino para calentar las sonrisas de personas en cientos y cientos de bailes, han paseado por mi garganta durante casi diez veranos hasta que cumplida una tardía mayoría de edad me insultaran las ganas de escribir canciones que cantan al amor y a la vida.


  Acariciando mi edad de plata, las hojas en blanco en las que me desnudaba desde la edad del pavo se fueron llenando de garabatos mas o menos ordenados. Garabatos que me hablaban al oído en forma de canción y me dieron la nota para cantar esas letras en una melodía. Así una detrás de otra fueron saliendo pellizcos de corazón que tenía guardados en el mejor lugar del bolsillo de mi pantalón.


  Los treinta se asomaban sin reparos en el camino y encantado estuve de recibirlos. Eran tiempos de cambio en mi vida, necesitaba correr, volar, marcharme lejos de aquí… Quería seguir viviendo más deprisa entre el lloro y la risa y en un veinte de noviembre de un crudo invierno gallego, levanté el vuelo para seguir creciendo como persona y como artista hacia el continente de la esperanza.


  Abrí las alas y volé tan alto que ni tan siquiera yo sabía donde ni cuando podría aterrizar. Mis canciones y yo necesitábamos tanto sentir el aliento de latinoamérica en un diario de seis cuerdas que más pronto que tarde saldrá a conocer mundo, que era preciso respirar esa cultura muy de cerca, así que besé el suelo de Colombia en Bogotá, bailamos salsa en la eterna primavera de Medellín y lloramos de felicidad cuando nos tuvimos que marchar para seguir camino hacia el sur de nuestra bendita locura, Lima nos abrió las puertas del Perú y casi tocamos el cielo en La Paz (Bolivia), la nota más larga la cantamos en Argentina, besamos Chile, nos abrazamos al Uruguay, soñamos maravillas en Brasil e hicimos el amor con el fado en Lisboa. Estos cuatro meses y medio de aprendizaje en los que mis canciones y yo hemos rozado el éxtasis en la felicidad y donde realmente hemos entregado el cuerpo y el alma para conocer otro mundo, otra cultura y otra forma de vivir,  me han dado pie a soñar y agarrarme muy fuerte a lo que verdaderamente amo, la música.


  Fácilmente, como veis, se describe la segunda quincena de mi vida dedicada a este oficio y aunque lejos quedan ya los años ochenta donde empecé a soñar con dar patadas a un balón sin saber que el fútbol no es del todo cierto, he bailado con las dudas para mas tarde saber que había nacido para esto al tiempo que aprendía a leer la mirada del mundo y arrepentirme de lo que no había hecho. El resultado, dos maquetas “millones de kilómetros” y “20 de noviembre” y mucha carretera a la espalda para ganarme cada aplauso que llevo conmigo y que ya jamás nadie me podrá quitar, a finales de verano verá la luz mi primer disco.


  Me he subido al tren, el viaje es largo y bien duro además de cruel pero ya estoy en el camino y no me quiero bajar.

bottom of page